miércoles, 29 de septiembre de 2010

DEBILIDAD

Tengo una debilidad...

Después de dormir sin sueño...

Despertar y, seguir con esta debilidad...


Es así, y así lo siento, pero no puedo olvidar... que...


Pero JB y yo sabremos despertar.

SOLEDAD !!

Vengo solo un momentito a éste, mi rincón, a desahogar sentimientos, pero... casi ni puedo.



Y, no es que haya sucedido nada especial o significativo que haya llevado mis nubes blancas a la borrasca vecina. No lo sé siquiera, aunque barrunto que ya anoche me sentía predispuesto... por lo que hoy se avecinaba. Es como ese dolor de muela que se anticipa cuando va a cambiar el tiempo.



Tengo el corazón estrujao... y mejor que nada, que casi no puedo... voy a transliterar ese párrafo de Boabdil (*) que, ahora, me va a servir para vaguear sobre mis propias letras:



"A partir de esa noche se materializaron mis tormentos. La soledad del que está solo no es la peor, porque aún le queda la esperanza; pero a la soledad del que está acompañado por quien no le corresponde sólo le queda la desesperación. No es posible conquistar a quien ya es nuestro, a quien nos obedece con sumisión y afecto, pero con un afecto que no es equiparable al que nosotros requerimos. El amor seguramente no es más que un deseo, y el placer seguramente no es más que un alivio del dolor que ese deseo nos produce; pero cuando el deseo no se sacia, sino que se multiplica, el dolor, en lugar de calmarse, crece hasta hacerse irresistible. Es una hidropesía (derrame o acumulación anormal de...) en la que el agua da más sed; en la que se bebe a conciencia de que es en vano todo, y de que el mal está dentro del hidrópico mismo, y de que hasta el beber es ya también un daño, quizá solo inferior al que nos produciría el no beber."

Mejor me retiro, me lloro un rato, duermo sin sueño, y después... vuelvo y  nos escribimos algo si puedo.

(*) El Manuscrito Carmesí. Antonio Gala. Pg.167. Colecc. Booket. Edit. Planeta. feb.2006.


29S Razones para todo, Acciones para nada


Pues nada. Resulta que todo el mundo se queja; nos quejamos.


Y envueltos en la zozobra del egoismo individualista todos tenemos unas razones, convincentes o no para otros, que solemos airear porque nos sirven a nosotros mismos.


El caso es que, en general, en los entornos de la ciudadanía en la que te mueves casi todos los días, no parece dudoso para nadie que las culpas de esta zozobra se encuentran en la falta de confianza que tenemos ya sobre casi todo: ni estado, ni empresa, ni sociedad, ni mucho menos en las personas que se van poniendo zancadillas en las esquinas por situarse después y durante el mayor tiempo posible lo más próximo a la cumbre de cualesquiera de estas instituciones.


Para ello, sea desde los partidos o desde los sindicatos o desde las empresas o desde la universidad o desde la asociación ésta o aquélla, entre casi todos, hemos ido articulando unos escalones de acceso en los que, a estas alturas, ya tampoco confiamos.


En ese maremagnum de desconfianzas generalizadas es donde todos encontramos razones para todo, según el interés individual de cada cual: para estar a favor o en contra del gobierno, de la oposición, de los sindicatos, de las leyes, o incluso de tus vecinos más próximos según coincidan o no con tus argumentos.


Nos hemos acostumbrado, además, a la impotencia: A esa sensación de que hagas lo que hagas en pro de tus ideas, nunca vas a conseguir la satisfacción de verlas cumplidas como tú consideras que debieran. Acabas pensando, pues, que se tratarían de Acciones para nada.


Esta es la sociedad que hemos construido. Entonces solo confiamos en ella si los vientos son favorables y las economías nos permiten tener y ambicionar. Pero cuando las cosas van mal, ¡maldita sea! que tenemos nuestras Razones para todo y no cabe hacer Acciones para nada.


Así llega mañana en los malos tiempos.
Y es imposible tener razones para todo.
Y es falso que las Acciones sean para nada.


Un repaso detallado a la Historia del ser humano nos demuestra que la evolución solo se consigue con tantas razones como acciones derivadas. Las consecuencias de éstas nos han llevado paso a paso por diversos estadíos o ciclos y falta saber cuál es el último.


Pasado mañana se inicia otra etapa que va a responder a las acciones que hayas tomado libre o influidamente con tus propias razones cuando se sumen a las del resto de los ciudadanos.


Tanto unos como otros podremos, luego, seguir quejándonos o felicitándonos, pero todos, todos seremos responsables de todo.


¡No nos equivoquemos también en eso.!

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... TribuLuis

martes, 28 de septiembre de 2010

HOLA, Ola

Hola, Ola:

Empecé hace unos siete meses a “construir” un “bloooogggg”; éste que tienes entre ceja y ceja. Por entonces fue un ejercicio de “chapuza informático”. Me explico: el caso es que me enfadé un día; sí, me enfadé mucho cuando leí, en un e-mail de esos que rebotan y rebotan por los buzones electrónicos, la carta del Ministro que está en la primera entrada.

Me puso en órbita; y como pienso que la literatura brota más y mejor cuando el estado anímico del ser humano está, por sí enclaustrado, o por los demás encarcelado –aún conservo el recuerdo de las clases de aquel granaíno profesor de lengua en bachillerato-. Bueno, bueno, pues me puso que no lo pude resistir: ¡a este ministrillo me lo pongo yo...!.

Me armé, ocioso, irritado, tecla en ristre. ¡Cuánto tiempo hacía que no me daba por ahí!. La ocasión lo merecía y escribí en las sábanas de Word la contestación ministerial que si alguien ha llegado hasta aquí, ya habrá leído con sonrojo, porque a mí, eso me dicen, se me ve bastante el plumero.

Me gustó lo que hice –pecaré de soberbio- y además: ¡qué bien, pero qué bien y entretenido se está escribiendo!: ya sabes, esas cosas que empiezas de juventud tras haberte leído a matacaballo el mortero de Cien años de soledad o La Regenta (que no el Quijote, que nunca lo conseguí). Te da entonces por caligrafiar unas letritas; las enseñas así como temblando, pero tímidamente orgulloso y alguien te adula espetándote… “chico, esto está muy bien… sigue…”, pero luego, ¡ay luego! abandonas porque te das cuenta de que en los tiempos que corrían y que ahora vuelan, no cabe; que no, que no cabe; que antes está el futuro y el futuro no se fabrica con “letritas”, sino con letras de las otras, de las de cambio de verdad. Cuando te das cuenta vives cabalgando por la vida en un trepa que trepa, y ese montón de afectos que has tejido a tu alrededor se ve, a diario (tú menos, que no tienes tiempo) y en "replay", los tropecientos anuncios de televisión que dicen lo que hay que tener y a qué puedes aspirar tener, según la suerte ganada o sobrevenida de lo que a uno le haya deparado su posición capitalista.

¡Vamos!, que te queda -si de verdad te gustaba- como ese olor maravilloso a la malta con leche con galletas que ibas a deleitar al colegio de monjas del barrio por las tardes si, para el bautizo de las cinco, te ofrecías al cura para darle una hostia y un vasito de vino y le hacías unas pasadas del cepillo –recaudador, digo-. Te queda, pues, esa cosa del "algún día...", cuando pueda, cuando tenga tiempo volveré. Pero, volveré, eso sí que ya te dices... cuando las oscuras becquerianas golondrinas.

Héme aquí entonces arrastrado en el tiempo y llegadas las arrugas que, con las ínfulas disparadas al ministro canadiense, han vuelto letras, letritas, “las tupidas madreselvas / de tu jardín las tapias a escalar / y otra vez a la tarde, aún más hermosas / sus flores abrirán”.




Sr. Ministro canadiense, ¿quién lo iba a decir? hasta debo agradecerle esta nueva primavera, me dije. Y, ya que me florezco en ella, no vamos a hacerlo solo para adentro sino que, ya puestos (adiós vergüenzas), hagámoslo hasta por fuera del tapial. Y, aquí está el “chapuza” Luis. Como me seducía la idea de reverdecer y los caminos del papel ahora van por las "autopistas de la información” (qué nombrecito) canalizada -como siempre- por los que mandan y hay que “tragar”, se me ocurrió: Pues…. A ver... Pues... Un “Bloooogggg”.

Ay, ¡caray!, pero ¿eso cómo va?, ¿cómo se hace?. Un "bloooogggg"

Jugando, jugando a ello, fui descubriendo algo y... poniéndolo en práctica me salió este “TribuLuis” profano y deslucido. Seguro. Pero una vez en el taller con estas manitas dije: sigamos de aprendiz.
Sr Ministro canadiense, ¡no se lo va a creer! ¡qué bien me vino mi cursiva con soberbia para esto!, que hasta me estoy planteando incluso perdonarle un poco.... Por no leerme. ¡aclaro!.

He practicado un poco más desde entonces pero lo he hecho (no mucho tampoco) en otro propio “bloooogggg” de cuyos contenidos, en forma de un diario personal –hoy menos mal que destruido-, no puedo dar ni siquiera explicaciones porque hasta ellas mismas -ya lo creo- tendrían miedo de salir.

TribuLuis se quedó ahí, así desde mi ira contra el Sr. Ministro, esperándome. Y hoy, como una Ola que rompe sobre la orilla, me ha salpicado de nuevo y siento su frescor salitroso donde el sol se mira al espejo. Por eso vuelvo, Ola, por tu estallido, al ánimo de aquella juventud (qué tontería tan imposible) y me dispongo, sin alertas, sin obligación ni témpora, a contar o cantar o decir o llorar o reir de otras fechorías ministeriales (las que vea, o lea o sienta o padezca) o, ¿a ver por qué no?, de esos besos amables y caricias tiernas de verdad de los quinceañeros que todos, esperanzados (para qué vivir si no), confiamos en recuperar; que al fin y al cabo, seamos como seamos, estamos en la misma Tribu. ¿O no?

Pero eso será ya otro día.
Nos escribimos, ¿vale?.